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julio 11, 2011

POEMAS DE LEOPOLDO MARÍA PANERO


Blancanieves se despide  de los siete enanos

Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso 
sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, 
las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, 
ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. 
Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, 
uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.


Para evitar a los ladrones de bolsos

Cuca está hueca. Sí, ¿no sabías? Le quitaron la matriz, los ovarios, todo. Quizá por eso él la llama Hiroshima 
Mon Amour. Sí mujer, y ella se cree que no se ha enterado nadie. Y en realidad todo el mundo finge ignorarlo, no sólo,  
naturalmente, ante ella. Sí, sí, yo creo que lo saben, que sí mujer, cómo no lo van a saber. Fíjate qué importancia 
le da a la cosa. No, no, a mí la matriz no me la quitaron, pero sin embargo yo misma se lo conté atodo el mundo 
como la cosa más natural. No, cómo iba a llevar un vestido malva. Y qué obsesión que si la miran, que si la tocan. 
Y nadie la mira, ¡cómo la van a mirar! y nadie la toca. Qué cosas tienes. Sí, sí, pues dice fíjate que si por un momento 
se olvida de correr bien los visillos, y se ha quitado las medias, ¿ qué otra cosa iba a decir, la pobre? 
En seguida ¡plaf! los curiosos, como les llama ella, se asoman a la ventana de enfrente, del patio. Los curiosos. 
Algo así como los ovnis, los curiosos.

Paris sin el estereoscopio

recuerdas el que vivía antes en el piso de arriba y echó a su hija de casa y se oían los gritos y luego él tiró 
sus muñecas al patio porque ella todavía conservaba sus muñecas y allí estuvieron entre toda aquella basura 
y las miramos que no se movían y ya no se oían los gritos hasta que se hizo de noche y luego el portero 
debió de recogerlas a la mañana siguiente algunas sin brazos las estuvimos mirando toda la tarde mientras 
iban perdiendo forma hasta que oscureció y no pudimos verlas y luego cuando me desperté a medianoche 
pensé «ya no queda nadie para vigilarlas»

Unas palabras para Peter Pan


                                                                           "No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
                                                                            Wendy se levantó y encendió la luz: él
                                                                            lanzó un grito de dolor... »
                                                                                                                James Matthew Barrie, Peter Pan.

Pero conoceremos otras primaveras, cruzarán el cielo otros nombres -Jane, Margaret-. El desvío en la ruta, la visita 
a la Isla-Que-No-Existe, está previsto en el itinerario. Cruzarán el cielo otros nombres hasta ser llamados, uno tras otro, 
por la voz de la señora Darling (el barco pirata naufraga, Campanilla cae al suelo sin un grito, los Niños Extraviados 
vuelven el rostro a sus esposas o toman sus carteras de piel bajo el brazo, Billy el Tatuado saluda cortésmente, el señor 
Darling invita a todos ellos a tomar el té a las cinco). Las pieles de animales, el polvo mágico que necesitaba de la complicidad 
de un pensamiento, es puesto tras de la pizarra, en una habitación para ellos destinada en el n° 14 de una calle de Londres, 
en una habitación cuya luz ahora nadie enciende. Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy, Jane, 
Margaret y los Niños Extraviados. No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, señor Darling, todo estaba previsto, todos ellos  
acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa. Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas a Margaret.
Peter Pan no existe. «Peter Pan, ¿no lo sabías? Mi nombre es Wendy Darling». El río dejó hace tiempo la verde llanura, 
pero sigue su curso. Conocer el Sur, las Islas, nos ayudará, nos servirá de algo al fin y al cabo, durante el resto de la semana.
Wendy, Wendy Darling. Deje ya de retorcerse el bigote, señor Darling, Peter Pan no es más que un nombre, un nombre más 
para pronunciar a solas, con voz queda, en la habitación a oscuras. Deje ya de retorcerse el bigote, todo quedará en unas lágrimas,
en un sollozo apagado por la noche: todo está en orden, tranquilícese, señor Darling.


(de "Así se fundó Carnaby Street", 1970)

Amanecer sobre la tumba

En la playa de la noche
mostraba mis ojos a las sirenas
que jugaban impunemente con mi pene
con el falo que en el lecho maloliente
deshacen los sueños y cae la piedra
del pensamiento al suelo.

Ars Magna

Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas,
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.

El circo

Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos 
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma. 
               Mi hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.

El enmascarado

Oh, dónde estás Hombre Enmascarado
en qué galaxia tu nombre ha encallado
lucha, lucha contra el mal
porque la felicidad del hombre es la guerra
Hombre Enmascarado qué amenaza
se cierne sobre tus espaldas
mientras los hombres ríen de ti
oh, pobre Enmascarado de ti se ríen los hombres
qué culpa tiene el pigmeo, el elefante y el tigre
de que Occidente sea cruel
y sobre la cruz disparen
en la selva.

La canción del croupier del Mississipi

Canción pirata

Fumo mucho. Demasiado.
Fumo para frotar el tiempo y a veces oigo la radio,
y oigo pasar la vida como quien pone la radio.
Fumo mucho. En el cenicero hay
ideas y poemas y voces
de amigos que no tengo. Y tengo
la boca llena de sangre,
y sangre que sale de las grietas de mi cráneo
y toda mi alma sabe a sangre,
sangre fresca no sé si de cerdo o de hombre que soy,
en toda mi alma acuchillada por mujeres y niños
que se mueven ingenuos, torpes, en
esta vida que ya sé.
Me palpo el pecho de pronto, nervioso,
y no siento un corazón. No hay,
no existe en nadie esa cosa que llaman corazón
sino quizá en el alcohol, en esa
sangre que yo bebo y que es la sangre de Cristo,
la única sangre en este mundo que no existe
que es como el mal programado, o
como fábrica de vida o un sastre
que ha olvidado quién es y sigue viviendo, o
quizá el reloj y las horas pasan.
Me palpo, nervioso, los ojos y los pies y el dedo gordo
de la mano lo meto en el ojo, y estoy sucio
y mi vida oliendo.
Y sueño que he vivido y que me llamo de algún modo
y que este cuento es cierto, este
absurdo que delatan mis ojos,
este delirio en Veracruz, y que este
país es cierto este lugar parecido al Infierno,
que llaman España, he oído
a los muertos que el Infierno
es mejor que esto y se parece más.
Me digo que soy Pessoa, como Pessoa era Álvaro de Campos,
me digo que estar borracho es no estarlo
toda la vida, es
estar borracho de vida y no de muerte,
es una sangre distinta de esa otra
espesa que se cuela por los tejados y por las paredes
y los agujeros de la vida.
Y es que no hay otra comunión
ni otro espasmo que este del vino
y ningún otro sexo ni mujer
que el vaso de alcohol besándome los labios
que este vaso de alcohol que llevo en el
cerebro, en los pies, en la sangre.
que este vaso de vino oscuro o blanco,
de ginebra o de ron o lo que sea
- ginebra y cerveza, por ejemplo -
que es como la infancia, y no es
huida, ni evasión, ni sueño
sino la única vida real y todo lo posible
y agarro de nuevo la copa como el cuello de la vida y cuento
a algún ser que es probable que esté
ahí la vida de los dioses
y unos días soy Caín, y otros
un jugador de poker que bebe whisky perfectamente y otros
un cazador de dotes que por otra parte he sido
pero lo mío es como en "Dulce pájaro de juventud"
un cazador de dotes hermoso y alcohólico, y otros días,
un asesino tímido y psicótico, y otros
alguien que ha muerto quién sabe hace cuánto,
en qué ciudad, entre marineros ebrios. Algunos me
recuerdan, dicen
con la copa en la mano, hablando mucho,
hablando para poder existir de que
no hay nada mejor que decirse
a sí mismo una proposición de Wittgenstein mientras sube
la marea del vino en la sangre y el alma.
O bien alguien perdido en las galerías del espejo
buscando a su Novia. Y otras veces
soy Abel que tiene un plan perfecto
para rescatar la vida y restaurar a los hombres
y también a veces lloro por no ser un esclavo
negro en el sur, llorando
entre las plantaciones!
Es tan bella la ruina, tan profunda
sé todos sus colores y es
como una sinfonía la música del acabamiento,
como música que tocan en el más allá,
y ya no tengo sangre en las venas, sino alcohol,
tengo sangre en los ojos de borracho
y el alma invadida de sangre como de una vomitona,
y vomito el alma por las mañanas,
después de pasar toda la noche jurando
frente a una muñeca de goma que existe Dios.
Escribir en España no es llorar, es beber,
es beber la rabia del que no se resigna
a morir en las esquinas, es beber y mal
decir, blasfemar contra España
contra este país sin dioses pero con
estatuas de dioses, es
beber en la iglesia con música de órgano
es caerse borracho en los recitales y manchas de vino
tinto y sangre "Le livre des masques" de Rémy de Gourmont
caerse húmedo babeante y tonto y
derrumbarse como un árbol ante los farolillos
de esta verbena cultural. Escribir en España es tener
hasta el borde en la sangre este alcohol de locura que ya
no justifica nada ni nadie, ninguna sombra
de las que allí había al principio.
Y decir al morir, cuando tenga
ya en la boca y cabeza la baba del suicidio
gritarle a las sombras, a las tantas que hay y fantasmas
en este paraíso para espectros
y también a los ciervos que he visto en el bosque,
y a los pájaros y a los lobos en la calle y
acechando en las esquinas

Necrofilia

(prosa)

El acto del amor es lo más parecido
a un asesinato.
En la cama, en su terror gozoso, se trata de borrar 
el alma del que está, 
hombre o mujer,
debajo.
Por eso no miramos.
Eyacular es ensuciar el cuerpo
y penetrar es humillar con la
verga la
erección de otro yo.
Borrar o ser borrados, tando da, pero
en un instante, irse
dejarlo
una vez más
entre sus labios.


(de "Poesía", 1970 – 1985)

El último espejo

                                             Inspirado en una pesadilla que tuvo por nombre
                                                                          «Marava Domínguez Torán»

Todo aquel que atraviesa el corredor del Miedo
llega fatalmente al Último Espejo
donde una mujer abrazada a tu esqueleto nos muestra
cara a cara el infierno de los ojos sellados
de los ojos cerrados para siempre como en una máscara
de muerta representando en el más allá el teatro último:
así miré yo a los ojos que borraron mi alma
así he mirado yo un día que no existe en el Último Espejo


 Glosa a un epitafio

(carta al padre)

                                 «And fish to catch regeneration»
                                       Samuel Butler, Pescador de muertos.

Solos tú y yo, e irremediablemente
unidos por la muerte: torturados aún por
fantasmas que dejamos con torpeza
arañarnos el cuerpo y luchar por los despojos
del sudario, pero ambos muertos, y seguros
de nuestra muerte; dejando al espectro proseguir en vano
con el turbio negocio de los datos: mudo,
el cuerpo, ese impostor en el retrato, y los dos siguiendo
ese otro juego del alma que ya a nada responde,
que lucha con su sombra en el espejo-solos,
caídos frente a él y viendo
detrás del cristal la vida como lluvia, tras del cristal
            asombrados
por los demás, por aquellos-Vous etes combien? que nos
            sobreviven
y dicen conocernos, y nos llaman
por nuestro nombre grotesco, ¡ah el sórdido, el
viscoso templo de lo humano!
                                                    Y sin embargo
solos los dos, y unidos por el frío
que apenas roza brillante envoltura
solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra, solos los dos, y amándonos
sobre el lecho de la pausa, como se aman
                                                                       los muertos
«amó», dijiste, autorizado por la muerte
porque sabías de ti como de una tercera persona
bebió dijiste, porque Dios estaba (Pound dixit)
en tu vaso de whiski
amo bebió, dijiste, pero ahora espera
¿espera? y en efecto la resurrección
desde un cristal inválido te avisa
que con armas nuestra muerte florece
                                                                   para ti que sólo
sabías de la muerte. Aquí
¿debajo o por encima?
                                        de esta piedra
tú que doraste la sobrenatural dureza y el
dolor sobrenatural de los edificios desnudos
                                                                       ¿en qué perspectiva
-dime- acoger la muerte?
                                             en la mesa de disección
tú que danzaste
                            enloquecido en la plaza desierta
tropezando
hiriéndote las manos en el trapecio del silencio
en pie contra las hojas muertas que
se adherían a tu cuerpo, y contra la hiedra que tapaba
obsesivamente tu boca hinchada de borracho,
                                                                             danzas, danzaste
sin espacio, caído, pero
no quiero errar en la mitología
de ese nombre del padre que a todos nos falta,
porque somos tan sólo hermanos de una invasión de lo imposible
y tus pasos repiten el eco de los míos en un largo
corredor donde
                           retrocedo infatigable, sin
jamás moverme
                            ¡ah los hermanos, los hermanos invisibles
               que florecen,
en el Terror! ¡Ah los hermanos, los hermanos que se defienden
inútilmente de la luz del mundo con las manos,
que se guardan del mundo por el Miedo, y cultivan en la
               sombra
de su huerto nefasto la amenaza de lo eterno, en
el ruin mundo de los vivos! ¡Ah los hermanos,
                                                                                Y el ave,
el ave que vuela sobre el mundo en llamas, diciendo sólo
a los mortales que se agitan debajo, diciendo
sólo: ABISMO, ABISMO!
                                             Abismo, sí, tibia guarida
de nuestro amor de hermanos, padre.
                                                                  ¡Pero tan solos!
¡Tan solos! Fantasmas que hace visible la hiedra
-como hiedramerlín como niñadecabezacortada como
mujermurciélago la niña que ya es árbol-
                                                                      crecen hojas
en la foto, y un florecer te arranca
de los labios caníbales de nuestra madre Muerte, madre
de nuestro rezo
florecen los muertos florecen
unidos acaso por el sudor helado
muerto de muchas cabezas hambrientas de los vivos
te esperamos ave, ave nacida
de la cabeza que explotó al crepúsculo
ave dibujada en la piedra y llena
de lo posible de la dulzura, de su sabor
ajeno que es más que la vida, de su crueldad
que es más que la vida
                                         ¡ira
de la piedra, ira que a la realidad insulta,
                                                                       que apalea
a la cabaña torpe de la mentira con verbos
que no son, resplandecen, ira
suprema de lo mudo!
                                     (te esperamos
en la delgada orilla de lo que cae, en el prado
nocturno que atraviesan lentos
los elefantes
                      percibís el frío
                                              la
                                              conspiración de las algas,
                                              gelatina, escamas, mano 
que sobresale de la tumba
manos que surgen de la tierra como tallos
surcos arados por la muerte,
cabezas de ahorcados que echan flor:
                                     decapitados que dialogan
a la luz decreciente de las velas,
                                      ¡oh quién nos traerá la rima
la música, el sonido que rompa la campana
de la asfixia, y el cristal borroso
de lo posible, la música del beso!
                                     De ese beso, final, padre, en
que
         desaparezcan
de un soplo nuestras sombras, para
asidos de ese metro imposible y feroz, quedarnos
a salvo de los hombres para siempre,
solos yo y tú mi amada

(de "Teoría", 1973)

Eve

                         (Vida y mujer en hebreo, y en inglés, víspera)

                           A Mercedes, por el hilo que la une al secreto


Porque hiciste mi gesto eterno supe 
que eras la muerte: porque ella sólo podía
amarme si no había
                        hombres para mí, vivos: 
       sólo ella podía amarme:
                                   y supe también que tú eras
la muerte, y que me amabas.

El rostro de la Humanidad era 
para mí el de nadie: como para ella,
       como para ti: eres negra y no quieres 
nada de lo que vive y no sabe
hasta morir que te desea.
                                         Y vi a través de ti, cómo surgían
     y surgen cabezas de la tierra helada:
     cabezas, yelmos, corazas, espadas 
     es el fruto que cosecha la tierra en este a ño
     que tanto recuerda al Último, al siguiente,
y me amaste porque yo lo veía, porque 
     veía crecer ya en el huerto el fruto
monstruoso que incorporaba en sí
     todo dolor e injusticia y desastre

     y me dijiste: «He aquí mi primer hijo
     yo que nada sabía del ridículo gesto
     de nacer» y agregaste:
     «Este reirá de todo,
     y lo encenagará todo con
        el veneno de su risa mortal:
                                                       cuando no haya nadie
        que recuerde cómo se reía, este reirá»
                          Y te reíste de mí, como mi madre
al ver que yo había nacido de ella.
                                                            Tan inmenso
era el frío en las ciudades
que algunos sabían que no era locura
ni es, creer que caerán sobre mí

o seré yo el que caiga al morir sobre tu cuerpo.

           Pero en el frío crecían
seguían creciendo -la peor de las alfombras de césped
los huesos y la carne de los soldados
      que crecían sobre la tierra helada. Y me dijiste
      «ellos no tendrán miedo, porque están
      muertos, lo mismo que tú que me amas,
                                                                         a mí que soy negra
 como la vida e hice una piedra de tu gesto»
      Y los muertos brotaban sobre la tierra húmeda
      -cabezas, yelmos, corazas y espadas
      porque la Muerte se había hecho vida.

                                                                  Y pregunté
     -te pregunté entonces-: «Será mi alma buen
                                           alimento para perros?»

                                       Y contestaste: «no esperes
      que ella sirva para otra cosa: aquella 
                                                                 fue creada
      y pensada lo mismo que tu cuerpo y huesos para
          nutrición de los perros finales -lo mismo
      que tu palabra. «Y ¿nada he de esperar?» «Nada» 
             Y vi como espadas y corazas y yelmos
surgían sobre el campo más yermo.

             Y me olvidé.


La alucinación de una mano, o la esperanza póstuma y absurda 
en la caridad de la noche 

                                                               A Isa-belle Bonet
                                                                «Todo el bienestar del mundo
                                                                  lo encuentro en Suleika
                                                                  cuando la achucho un poco
                                                                  me siento digno de mí mismo;
                                                                  si me dejara -perdería los ojos.»
                                                                  (Goethe, Diván oriental-occidental)

      Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
  vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras 
                                                                             todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.

          Y la vi como quien ve sin creerla
          en el desierto la sombra de un agua,

la amé sin atreverme a creerlo.

          Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
          obsceno como un sapo, obsceno como la
                                                           vida,
           como la paz que para nada sirve
           animándola a que día tras día lo tocase
           suavemente con su lengua repitiendo
           así una ceremonia cuyo sentido único
           es que olvidarlo es sagrado.

Nu(n)ca

Vi cuatro mujeres luchando por los senos de un muerto,
vi cuatro mujeres luchando solas, más tarde,
                               por la posesión del soplo
y disputando con sus uñas feroces por el Abel Garmín que
abandonaba feliz aquellos huesos.

     Hay cuatro mujeres que robaron mi fetidez sensible
y mi podredumbre en el cadáver que aún respiraba 
                                                                   lentamente dejando
salir de allí mi alma con su pedo.

        Y esos cuatro seres aguardan ahora el resto 
                          sanguinolento de mi espíritu
y habito para siempre en la carnicería de sus bocas
        y día a día bajo del nido de sus nalgas

    para saber entero en lo insensible del tiempo
    cuál era el sentido que no aprendí del cielo
    como cae debajo la palabra nunca.

Pavane pour un enfant défunt

                                                                                  A mi tía Margot

Se diría que está aún en la balaustra del balcón
mirando a nadie, llorando,
Se diría que eres aún visto como siempre
que eres aún en la tierra un niño difunto.
Se diría, se arriesga
el poema por alguien
como un disparo de pistola,
en la noche, en la noche sembrada
de ojos desiertos, los ojos solos
de monstruos. Todos nosotros somos
niños muertos, clavados en la balaustra como por encanto,
como sólo saben esperar los muertos.
Se diría que has muerto y eres alguien por fin,
un retrato en la pared de los muertos,
un retrato de cumpleaños con velas para los muertos.
Pero a nadie le importan los niños, los muertos,
a nadie los niños que viajan solos por el país de los muertos,
y para qué, te dices, abrir los ojos al país de los ciegos, 
                                                                          abrir los ojos hoy,
mañana, para siempre. Era mejor Oeste, tierras vírgenes, 
                                                                              héroes en los ojos
de un cine desesperado, y los dioses que matan a los 
                                                                            hombres feroces,
los dioses más feroces que los hombres
los dioses crueles de la infancia, los dioses
de la inocente crueldad, pensabas que se alimentan de ciegos
y de quienes mendigan su ser en una picaresca sórdida,
si hombres hay, homicida. Pero aventura no hay, lo sabes,
más que por alguien, para alguien, como un poema,
como el riesgo de un vuelo en el aire sin tránsito. Y es por ello
por lo que no hay infancia en el país desierto. Por ello también
por lo que nadie podría jamás sospechar que conservas esa
belleza demente de la infancia, ese furor contra lo útil de tu cuerpo,
y esa mudez en los ojos, esa belleza
sólo vendible al cielo del suicidio, sólo a esos ojos: esa existencia.
Pero la vida sigue como el puente de Eliot,
como un puente de muertos o un flujo
de sombras que se cogen
de la mano ciega en el lodo para saber que están muertos y viven. 
                                                                         Esa vida de la que hablan
en el infierno, entre sí los muertos, los alucinados, los absurdos,
los orgullosos sonámbulos disputando con sangre
una certeza alucinante; es un fuerte dios pardo.
Una basta tragedia que hacen
por navidades, los viejecitos, los difuntos,
con personas de olvido, con máscaras y ritos de otros tiempos,
rótulos de neón y fuegos fatuos: así obra desde entonces,
desde entonces, esa raza
misteriosa que pasa a tu lado sin mirarte o mirarse,
desde entonces, desde el día primero
en que te asomaste con pánico a su delirio. Desde que viven, quizá,
desde que no hay tiempo sino destino y trazo
de vida invulnerable a la decisión de una mirada fuerte.
Quien es visto o quien cae en ese río sordo
es lo mismo, es un muerto
que se levanta día tras día para
mendigar la mirada.
Porque todos llevamos dentro un niño muerto, llorando,
que espera también esta mañana, esta tarde como siempre
festejar con los Otros, los invisibles, los lejanos
algún día por fin su cumpleaños.

(de "Narciso en el acorde último de las flautas" , 1979)

Dedicatoria

Más allá de donde
aún se esconde la vida, queda
un reino, queda cultivar
como un rey su agonía,
hacer florecer como un reino
la sucia flor de la agonía:
yo que todo lo prostituí, aún puedo
prostituir mi muerte y hacer
de mi cadáver el último poema.

El noi del sucre

Tengo un idiota dentro de mí, que llora,
que llora y que no sabe, y mira
sólo la luz, la luz que no sabe.
Tengo al niño, al niño bobo, como parado
en Dios, en un dios que no sabe
sino amar y llorar, llorar por las noches
por los niños, por los niños de falo
dulce, y suave de tocar, como la noche.
Tengo a un idiota de pie sobre una plaza
mirando y dejándose mirar, dejándose
violar por el alud de las miradas de otros, y
llorando, llorando frágilmente por la luz.
Tengo a un niño solo entre muchos, as
a beaten dog beneath the hail, bajo la lluvia, bajo
el terror de la lluvia que llora, y llora,
hoy por todos, mientras
el sol se oculta para dejar matar, y viene
a la noche de todos el niño asesino
a llorar de no se sabe por qué, de no saber hacerlo
de no saber sino tan sólo ahora
por qué y cómo matar, bajo la lluvia entera,
con el rostro perdido y el cabello demente
hambrientos, llenos de sed, de ganas
de aire, de soplar globos como antes era, fue
la vida un día antes
de que allí en la alcoba de
los padres perdiéramos la luz.

(de "Last River Together", 1980)

Mutis

Era más romántico quizá cuando
arañaba la piedra
y decía por ejemplo, cantando
desde la sombra a las sombras,
asombrado de mi propio silencio,
por ejemplo: "hay
que arar el invierno
y hay surcos, y hombres en la nieve"
Hoy las arañas me hacen cálidas señas desde
las esquinas de mi cuarto, y la luz titubea,
y empiezo a dudar que sea cierta
la inmensa tragedia
de la literatura.


Vaso

                     Wakefield, quien por una broma
                     se perdió a si mismo.

Hablamos para nada, con palabras que caen
y son viejas ya hoy, en la boca que sabe
que no hay nada en los ojos sino algo que cae
flores que se deshacen y pudren en la tumba
y canciones que avanzan por la sombra, tam-
baleantes mejor que un borracho
y caen en las aceras con el cráneo partido
y quizá entonces cante y diga algo el cerebro
ni grito ni silencio sino algún canto cierto
y estar aquí los dos, al amparo del Verbo
sin hablar nada ya, con las bocas cosidas
las dos al grito de aquel muerto
mientras caen las estatuas y de aquellas iglesias
el revoque es la lluvia fina pero segura
sobre ese suelo inmenso que bendicen cenizas
y caen también las cruces, y los nombres se borran
de amores que decían, y de hombres que no hubo
y de pronto, en el bar, tan solos, sí tan solos,
me asomo al pozo y veo, en la copa un rostro
grotesco de algún monstruo
que ni morir ya quiere, que es una cosa sólo
que se mira y no ve, como un hombre perdido
para siempre al fondo de los hombres
extranjero en el mundo, un extraño en su cuerpo
una interrogación tan sólo que se mira sin duda
con certeza, perdida al fondo de ese vaso.

(de “ El que no ve”, 1980)


Proyecto de un beso

Te mataré mañana cuando la luna salga 
y el primer somormujo me diga su palabra. 

Te mataré mañana poco antes del alba 
cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños 
y será como cópula o semen en los labios 
como beso o abrazo, o como acción de gracias. 

Te mataré mañana cuando la luna salga 
y el primer somormujo me diga su palabra 
y en el pico me traiga la orden de tu muerte 
que será como beso o como acción de gracias 
o como una oración porque el día no salga.

Te mataré mañana cuando la luna salga 
y ladre el tercer perro en la hora novena 
en el décimo árbol sin hojas ya ni savia 
que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra. 

Te mataré mañana cuando caiga la hoja 
decimotercera al suelo de miseria 
y serás tú una hoja o algún tordo pálido 
que vuelve en el secreto remoto de la tarde.

Te mataré mañana, y pedirás perdón 
por esa carne obscena, por ese sexo oscuro 
que va a tener por falo el brillo de este hierro 
que va a tener por beso el sepulcro, el olvido. 

Te mataré mañana cuando la luna salga 
y verás cómo eres de bella cuando muerta 
toda llena de flores, y los brazos cruzados 
y los labios cerrados como cuando rezabas 
o cuando me implorabas otra vez la palabra. 

Te mataré mañana cuando la luna salga, 
y al salir de aquel cielo que dicen las leyendas 
pedirás ya mañana por mí y mi salvación. 

Te mataré mañana cuando la luna salga 
cuando veas a un ángel armado de una daga 
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida. 

Te mataré mañana y verás que eyaculas 
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas. 

Te mataré mañana cuando la luna salga 
te mataré mañana y amaré tu fantasma 
y correré a tu tumba las noches en que ardan 
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo 
los ensueños del sexo, los misterios del semen 
y será así tu lápida para mí el primer lecho 
para soñar con dioses, y árboles, y madres 
para jugar también con los dados de noche. 

Te mataré mañana cuando la luna salga 
y el primer somormujo me diga su palabra.

Requiem

Yo soy un hombre muerto al que llaman Pertur.
En la cena de los hombres quién sabe si mi nombre
algo aún será: ceniza en la mesa
o alimento para el vino.
Los bárbaros no miran a los ojos cuando hablan.
Como una mujer al fondo del recuerdo
yo soy un hombre muerto al que llaman Pertur.

Sueño de una noche de verano

Los hombres del Viet son tan hermosos cuando mueren.
El agua del río, lamiendo sus piernas, hacía más sexual
su ruina. 
               Luego vinieron las Grandes Lluvias, buscando
la vagina hambrienta de la selva, y todo lo 
                                                                         borraron.

Quedó sólo en los labios la sed e la batalla, para nada,
como baba que cae de la boca sin cerebro. 
                                                                          Hoy
que en el lecho sin árboles ni hojas
con tu lengua deshojas el árbol de mi sexo
y cae toda la noche el semen como lluvia
y cae toda la noche el semen como lluvia, dime
besando suavemente el túnel de mi ano
cueva de la anaconda que aún me marca
los ritmos de la vida, qué era, qué es
qué es un cadáver.

Hembra

Hembra que entre mis muslos callabas
            de todos los favores que pude prometerte
te debo la locura.

(de "El último hombre", 1984)


Himno a Satán

                                     «Ten piedad de mi larga miseria»
                                       Le fleurs du mal, Charles Baudelaire

     Tú que eres tan sólo
una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente a la muerte:
tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
     la razón de su vida;
yo que nací del excremento
     te amo
y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna: 
                            que caiga la lluvia sobre
     nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
          de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
     las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.

Un loco tocado de la maldición del cielo

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina
sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano
la vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa.

(de "Poemas del manicomio de Mondragón", 1987)


Ora et labora


Señor, largo tiempo llevo tus restos en el cuello y aún
en mi boca sola, y me arrodillo ante las tardes
y en rezo me evaporo,
como si fuera mi casa la ceniza.
Es
como si no existo, como si el rezo
pidiera a los dioses la limosna de mi nombre
ante la tarde entera.
Nunca supe lo que el cielo era:
quizá la tarde, tal vez
amar más que ninguno
a mi madre, la ceniza.
¡Oh espía!
De mi aparta tu ojo, hice un voto 
haz secreta mi muerte.

Página veinte

Esperando todos los días para que venga el cierzo
para que venga el ciervo
azul como el poema, como el gamo
que corre fugitivo sobre el poema
y que sea la nada mi último poema
baba de los labios para que el hombre muera
azul sobre la página
" victorieusment fuit le suicide beau" Mallarmé lo dijo
oh belleza húmeda del suicidio 
única rosa, única flor
rosa cúbica de la página
para que el hombre descubra
que no es un hombre.

 (de "Los señores del alma" , 2002)





LEOPOLDO MARÍA PANERO ( ESPAÑA, 1948 - 2014)




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