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diciembre 24, 2015

POEMAS DE BATALLA DE FRANCISCO URONDO


Foto: Diario Uno


El ocaso de los dioses 


No hay nadie en la calle, en los ruidos húmedos,
     en el vuelo de las hojas y mis pasos quieren
     reiniciar las maderas de la adolescencia.

Pero todo está abandonado, no hay nada que
    pueda favorecernos; ningún aire de
    inconsciencia, ningún reino de libertad. Sólo
    hábitos tolerantes haciendo crujir nuestra
    memoria. "Ha estado bien", decimos.

Dueños del incendio, de la bondad del
    crepúsculo, de nuestro hacer, de nuestra
    música, del único amor incoherente; soberanos
    de esa calle donde los tactos y la impresión
    hicieron su universo.

Las sombras acarician aún sus veredas, tu mismo
    nombre y tu gesto son una forma nocturna que
    en esa constelación crece y sabe enrostrar
    nuestra culpa.

Y todo termina con una esperanza, con una
    dilación —"ha estado bien"—, o en un bostezo,
    o en otro lugar donde es menester el coraje.


Ojos grandes, serenos



Andando, el barro nos llega a las caderas.

    Calmando algunas inquietudes, han nacido
    otras. Rodamos sobre nuevos remansos.

Nadie vuelve; es ahora el momento del amor. El
    deseo es una ola suave; aquí en la orilla, con la
    mano firme, detrás de los juncos, frente al sol.

Volarán los pájaros silvestres, las islas vencerán
    a las palabras: el silencio sagrado sobre el mundo.

Iremos a la hoguera con los grandes herejes.




(de Historia Antigua, 1950-1957)


B.A. Argentine


a Clara Fernández Moreno

tiemblan en silencio
retumba y crece el desafío
de un dolor común y distinto sumado en el tiempo
los hombres significan y conforman
los enigmas del tiempo
y se deslumbran y desisten
de los resplandores que esos misterios establecen

altos vuelos
pequeños gemidos de la ciudad que cruje y cede
ante tantas cosas que vienen
a golpear sus flancos prematuramente envejecidos

cosas inútiles difíciles de nombrar
es el antiguo sol
es la soltura del río
es el agua abatida en su ancha extensión

es el riesgo que incita a decidirse
la certidumbre que asusta y demora
el desenlace que hace posibles otros riesgos
o descalifica para siempre
es alguna palabra sobre el amor
que se pone en movimiento
y complica con el mundo
es el lenguaje la relación
es la vida que el amor modifica


Una mujer ha cambiado
el mundo parece derrumbarse
sólo quedan las marcas de la desolación
corazón débil
ves con tristeza el ritmo y la turgencia de ese cuerpo
que se dibuja en el tiempo para sumarse a otro dolor
para reforzar aquel viejo desafío
aquella atmósfera densa y provisoria
donde nada parece crecer
donde todo se aleja o se arrincona

en la penumbra de la boite algo se oculta
y no se oye ruido que no sea el roce de los cuerpos
el latigazo de los encendedores
el cigarrillo peligrosamente oportuno
la fragancia de un humo de abandono y de fiebre
su memorable elegancia dispuesta a la huida más inmediata
sus canciones a las rondas
y a las tinieblas
sus maneras
para empuñar copetines de bellos colores
y evaporarse también con el humo alucinado que apresura
la partida
que las pone tristes
o las hace reír

delicadeza airada o aparente
que se abandona
o no se entrega al rumor del nombre amado
y no se deja olvidar
suave desdicha que vendrá o que se pierde

una dureza imprevista le hace clavar la mirada
cierta melancolía
subir los peldaños del bar la escalerita
salir sometida de tucumán
buscando el norte
para el lado de retiro
y trepar por los vapores de la cortada tres sargentos
y bajar a los grill de los hoteles de raza
o sumergirse en 25 de mayo
como los peces en la soltura abatida del agua
y andar con un aire un desgano
con los ojos crispados por el mismo humo
haciendo señas hospitalarias o procaces
persiguiendo la estela de un espléndido sueño

ha cambiado la que murió joven
dejando criaturas pequeñas
la buena madre y la siniestra
y la generosa y la dueña del amor
del amor que muere y parte el alma vulnerable
abismos cansados en la memoria
el amor áspero y encantador


el amor furiosamente trazado

el que repugna y renueva el deseo
y el temor de no sentir más sus aullidos
ni divisar su rastro
ni imaginar siquiera cuál será su nueva forma
su nueva alegría y su nuevo fracaso
sus técnicas desconocidas
sus sombras
los aspectos ignorados del amor que vendrá
porque había un tiempo
en que creímos que aquerenciado se acercaría 
     para siempre
que había un tiempo de esperanza
como hubo otro tiempo de protección
y como existe este nervioso tiempo de desamparo

ella ha cambiado
y tenía el lustre de la lujuria
ya no hay amor
es otra
son otras marcas del tiempo
distintos signos del lenguaje
distintas lágrimas distinto odio
distinta manera de rebelarse
o soportar

llegan rostros desconocidos
el destino yace en la piel asediada de tu mano
tu-delicada-mano-de-mujer
tu mano culpable y temerosa y surcada por los hechos
sin forma

planetas enemigos
dioses propicios
la sota con sus armas hacia abajo
o hacia la suerte
y el tiempo que arrima los pálpitos
alerta en todas partes
en todo asfalto de toda ciudad

el tránsito está prevenido y teme
en la madrugada del sacrificio y el miedo
la gente no quiere morir
no quiere sufrir
quiere seguir
quiere defenderse

su coraje y su miedo
es una misma vibración
un resentimiento acumulado
una venganza creciendo pacientemente
un odio subrepticio y agorero
la madrugada áspera de barracas
y la aceitosa de valentín alsina
la madrugada de la insurrección posible

philips humea feliz como un trasatlántico
la chimenea lanza un grito de gozo
y los pasajeros se inquietan
entonces la borda se aleja suavemente
la proa enfila hacia las gordas naranjas
hacia las redondas mujeres paraguayas
suena el canto de las sirenas
el trasatlántico se pierde
en las brumas que también se alejan a mediodía

los hombres forman una dolorosa columna
es la hora del valor y de la subordinación
—un hombre joven ha salido barbudo del calabozo
el calabozo era estrecho
húmedo
son las tardes forzadas
asediadas por las aves que merodean el sustento
que rinden honores a la enarbolada
a la-gloriosa-bandera-de-la-patria

es la fiebre de los niños en la madrugada
una fatiga
quebrantando las intenciones más perfectas
es el amor ahogado en el cansancio
la ternura derrotada para siempre
la espera sin ilusiones
la desdicha

son los dioses exilados
adán arrojado del paraíso
la salvación que no llega
el incienso que nos abandona
es la revolución que huye por las ramas
apenas se distingue su forma
su aroma ha cedido lugar
al penetrante jazmín de lluvia
hace un momento
que se ha desencadenado el trajín
en el mercado de liniers
un viejo se toma de la cintura
otro afloja un arnés
una mujer levantó un cajón de doradas frutas 
    correntinas
y bostezó
un colectivo trepa y huye por la avenida general 
    paz

hace un momento en liniers llovía suavemente
los jazmines gozaron del agua
y acrecentaron-su-belleza
ella estaba a tu lado tomándote de la mano
y esa tibieza de aquella mano
es un insoportable dolor
que crece junto a nuevas desdichas
que otra mujer
otra mano sin duda podrá desencadenar

has andado por un lejano arrabal
estás en el mundo
la gente camina a tu lado
en la calle los hombres no se conocen
es el lugar del desencuentro
no pueden conversar
caminan a veces por corrientes
allí iniciaban otro amor al amanecer
y la fatalidad cubría a la mujer del tango

nada podía evitarlo
estaría descalza
sin el raso efímero
que ajusta ahora su pie experto de bailarina
su melena armada por los aires del mundo
y su humillación
“el motivo”
los ornamentos que disfrazan su amor
que postergan su venganza o su realidad
ese aparente amor sin país y sin alternativas
esa tonada que la hace de otra tierra
de distinto signo
de un abuso de la fatalidad
del designio del pueblo o del barrio
la exageración del tango
su certeza

caminan como antaño
por esas calles arrasadas
no quieren hablar
ninguno recuerda o reconoce ya la orfandad del amor
que en la calle corrientes permanece algo cambiado
y suele estallar en la gran vía del norte
y desfallece al tercer día
en la madrugada de palermo chico

una heladera se abre
y una mano vuelve a la salita en penumbras
un brazo agita el último cocktail
un opel se detiene
dos rostros se acercan
dos cuerpos descorren los siete velos de nylon
y se ocupan de hacer algo muy viejo
además de tomar el último trago
además de consolidar la madrugada
en la cual se desconfía
como se puede dudar de todo
de los ideales
del sabor
de las ganas también se duda
hasta tocar la madrugada
en la que alguien parte o regresa para siempre
un chorro de vapor trepida en el amanecer
la grappa humea junto al café
la locomotora humea como un potro
el tren está empañado y quieto
san martín se arropa y mira tristemente
los maderos que flotan
y la brisa encrespa su capa de bronce

el héroe parte solo hacia la pampa
hacia el viento
hacia el alcohol de los hoteles desconocidos
es general pico o catriló
realicó o general villegas
es bernasconi
es villa iris y el hotel irreal del cognac
y las mucamas ariscas y cortesanas
es santa rosa de la pampa
es cora que reabre el amor y entorna el silencio
es el mar de bahía
y el duro “bon voyage” a los barcos que se alejan
es el “corazón oprimido”
la sucia melancolía

los barcos han partido vacíos de culpa
los trenes también se alejan
y su rápida y prolongada figura
alumbra nuevos o corrompidos horizontes
los relámpagos desvisten la noche impúdica
caen entre los cerros apartados
la luz corta la noche puntana que se deshace
y se transforma
el sol y el vino dan un lustre dorado
a la ficción y a las grietas de las tierras de cuyo
la tierra se niega
se abre
la tierra engaña
la tierra tiembla como tus manos

ella encendía un cigarrillo a tu lado
y te miraba desde el fondo del agua más serena
los animales gritaban y enloquecían
y era la tierra culpable del desorden
las habitaciones crujían
el mundo se movía demasiado
y en la confusión
pudo no obstante
sin mezquindad
dar fuego a tu cigarrillo y a tu vida
pudo ofrecerse
y esconder su riqueza
como a veces
con naturalidad
paseaba a tu lado por el sólido parque
y te amaba y se interesaba por tu salud
y por el destino que nos tocaría en suerte
y no habíamos cambiado mucho
con esa tierra inquieta
con esos terremotos

ellos pudieron ahuyentarla demasiado pronto
o con toda facilidad cambiarla para siempre
o consolidar la imprevisible ternura
que la luz de chacras de coria en ella desencadenaba
allí veía con temor el tibet silencioso
y los monjes irreales la miraban
ella estaba a tu lado en la madrugada de rodeo del medio
todavía era la misma y jugaba con la nieve
tomaba aguardiente en la hostería del cerro
rodeada de sombras que la amaban
desde un mundo sin forma
eran los que han muerto hace mucho
aquellos a quienes no atribuimos ninguna desgracia
los abuelos sonrientes
que miran más allá del cansancio
del lugar de su dicha aparente y antigua

la desdicha cambia con el tiempo
y toma los aires de la felicidad
y nos toca
y suspiramos por el tiempo pasado
por los momentos ajenos
por todo aquello que no podrá pertenecernos nunca
que no podremos imaginar
o que se impondrá
en nuestra saturada memoria

su piel era tersa
sin quejidos
tocada por el silencio y el fuego
bordeada por antiguos temores
aquellas sombras daban miedo con su amor injusto
o la dejaban insegura
o un poco sola
y se cruzaba de brazos para esperar
sus brazos eran sólidos
como el agua impaciente de guaymallén

el agua que miraba sin rabia
no era el miedo ni la esperanza
era un relámpago de vino
que se derramaba sobre pie de palo
un grito que brilla y se olvida
en el contorno de las sierras chepes
en el filo de los penitentes
era el suyo como el brazo seguro de puente del inca
era el aconcagua erguido como el amor
era la nieve más helada de los andes
la ternura más tibia
la materia más blanca y silenciosa del universo
era el calor de tucumán
y los helechos
y los hongos que ella acariciaba
era el sudor y el andar de algunas mujeres

sus sienes brillaban
sus ojos buscaron el calor de la tierra
un cuerpo rodó por esa ladera
y su fragancia fue creciendo
mientras el cuerpo y el sudor
maduraban
era el fuego
era villa quinteros y sus borrachos
y la presencia de su extensa bondad
pero también el mundo que se oculta y se olvida
era el azúcar
y la madrugada negra de los ingenios
era el sudor
corrompido por una riqueza que faltaba
que no quisieron distribuir
era el clavel del aire
flotando en la quebrada y en el olvido
era belén sin redentores y arrasada por nadie
era el polvo y la sal de santiago
nuestro triste y apartado mundo

aquí se deshojan las tierras demoradas
los hombres olvidados
los amores perdidos
aquí se lucha contra la autocompasión
es el agua abandonada de las siete corrientes
es la madera ajena del chaco
es el blanco algodón de los otros
y la roja palmera de los amores

es la soledad del tartagal
la angustia del tanino que se pierde
es la blanca
la impura madrugada del arroz

es la blanca madrugada
y la roja
y la negra
la terrible madrugada del que espera y acecha

se coloca al margen de esta vida
en el centro de sus sueños-dorados
por un abrurrimiento que nada soporta
por una rabia que no aguanta y se disimula

el tiempo se va
la vida escapa
y los proyectos han quedado intactos
es la rebelión traicionada o estéril
el itinerario hermético de los celulares

empezamos diciendo que no
y hemos terminado asintiendo
queríamos ir para allí
y nos hemos dejado llevar en un sentido totalmente opuesto
nos han tenido de aquí para allá
algunos prefieren quedarse al margen
y otros admiten la abyección
y todos

los volubles y los mártires
caen
sufren
miran sin remedio ese orden ajeno
este tiempo raro
sus vuelcos
sus caprichos
la hora ordenada
el derrumbe de los ídolos
que su propio resplandor pudo imponer

sufren desalentados o convencidos
el signo de nuestra américa de abajo
cobijan el amor o el odio
son aguerridos
blandos
pierden la pista
reencuentran un viejo gemido
crujen con la ciudad
soportan los enigmas de su tiempo
se desbarrancan con algunas ideas sin desenlace
la solidaridad grita y se defiende
entre las piernas ágiles de los alazanes
el fervor los sostiene
caminan toda la noche
y llegan al confín del puente donde ellos esperan

los sables brillan sobre sus cabezas
era como el resplandor de una estrella
la que conducía al lugar preciso
donde nuestro-señor-jesucristo
había nacido

una muchacha fue pisoteada por un caballo
tuvo poca suerte
su piel nueva y tirante no fue tocada por la bondad de
    el redentor 
sonia lejana
lugar incesante y quieto
en el rincón más secreto de la memoria
casi líquida
ausente
como ofelia en los últimos gestos—

fue enarbolado entre dos caballos
apuntan con una portátil
están cansados de caminar
y defenderse siempre en desventaja
un guardia pelirrojo galopa hacia el desaliento
un hombre abatido trata de huir sin convicción
y salta por los aires
como una inobjetable bailarina
como una cachiporra decidida y alegre

un winchester se escurre por la ventana
el delgado brazo de dulcinea
ha llamado a su amante
su boca suelta un escueto disparo
nadie puede insultar
y vuelven las miradas furtivas
de tu primera seducción

no te quedes allí
se agolpan demasiadas memorias
ceden los flancos prematuramente envejecidos
la ciudad cruje
gime en el tiempo un dolor común y diverso
el aire es irrespirable
la gente grita
los hombres tienen miedo y se demoran
el trapecista salta
y el gloster meteor cae en picada
a morir entre los escombros como-un-delicado-pétalo

han bombardeado sin orden
sin método aparente
han destruido con torpeza
dejaron lo mejor intacto
nadie pensó que algo pudiera salvarse
en el aire se ha extraviado el velo de la favorita
no quedan misterios
el desatino y el amor se han perdido 
    irremediablemente
los gritos de libertad se confunden con el desaliento
alguien saluda
las proclamas de las aparentes revoluciones
entusiasman y espantan
bandadas alegres de avestruces
trotan para esconderse
en la tierra temblorosa y caliente

suena la voz inexperta de los nuevos mandatarios
los receptores levantan la cabeza
es la voz de los jefes
el clarín de las soluciones
entre aplausos llega el último arturo de la dinastía
flamean los blasones de downing street
vibran las trompetas de rockefeller center
huye en la llanura
cuando esas sombras aparecen
cuando toman el aspecto carnívoro
de los grandes pájaros
tiembla ante el petróleo
ante la tierra arrebatada
temblorosa como una doncella

han raptado a las sabinas
lentamente irán creciendo
los gritos de venganza
el clamor subirá con un nuevo temblor
una fragancia nueva calmará sus cabellos
una nueva sonrisa abrirá su rostro
iluminará su cuerpo
acariciará sus manos postergadas

tiembla ante el signo
de esta triste parte de américa
de este penoso sector de la desesperanza
huye de la quietud y la misericordia
del amor de nuestra santa madre
que así nos ama
de macarthy el romano
construyendo las estrofas más bellas
a la luz del incendio

el sol ha dejado de brillar
no hay calor
no hay energías en esta temblorosa tierra
hay gemidos en la ciudad
tiembla un dolor mudo y expectante
una tierna vacilación
una certidumbre que demora
un riesgo que incita y escapa
aquel titubeante desafío
otro lenguaje otro amor
otro enigma
otro tiempo

merecías estar lejos de este destino y esta tristeza
de esta autocompasión
de los estragos del alcohol
quisieras otra tibieza sin errores
una mano sin contradicciones abiertas
palabras sin dolor
sin culpa de otras memorias
una tregua
una irremediable venganza

perdón por los que nacen
por los que caen para siempre sin probar una 
    ternura breve o amarga
por la urgencia
por el amor que no supimos ejercitar
por las ideas que no pudimos imponer
por las mujeres que no entendimos
por el fracaso
por los éxitos de esta vida
perdón por hacer el amor
con los resplandores de este mal tiempo
con este signo impropicio y viejo
por gustar de la mujer
especialmente en la espesura de la siesta
y tocarla buscando el vigor amplio y sin nombre
que estalla en su forma
perdón por no aguardarla
por la resonancia que esperabas de su carne
por olvidarla fácilmente
y confundirla
por una torpeza inútil o por pereza o por falta de 
    volundad 
o cansancio
o por designio o fatalidad o capricho de este 
    mundo
donde no hay un momento para ganar
ni nada bueno que perder
ni tiempo de darse cuenta de los vientos que soplan
esperábamos otra cosa de los aires del mundo
que un milagro impusiera un nuevo destino
un destino que no ganamos que no pudo 
    correspondernos

toda la noche pasó sobre nosotros
sin que ella llegara
desfalleció el champagne
evaporándose con las notas de la última balalaika
sobre la calle brilló una luz imprecisa
con el estallido del póstumo souvenir
su ausencia era leve
un departamento dejaba filtrar
un pálido resplandor
y toda suposición fue posible
y el mundo se rehizo sin lamentos
de sus propios despojos

se inventaron los-sueños-dorados
entre las perfumadas basuras
de la calle donde estuvimos esperando
voló por los aires
un camisón perfectamente frágil y rosado
voló como un hada protectora
a la hora triste y perfecta de la tarde
es éste un país en el cual se fornica a toda hora
en la hora de la serenidad y en la del peligro
se fornica con esposas propias y ajenas
con parientes
en grupos de toda edad
hombres entre sí mujeres entre ellas
fornican como pueden en este país
en este país se fornica sin alegría
no se ama como uno quisiera
en este país estamos muy tristes
nos ha ocurrido una desgracia
y ahora no hay sosiego en el corazón desorientado
y se tiene miedo
y todos quisieran abandonarse
y claman por una tregua
y no pueden amar como soñaron
ni reconocer que otros vendrán
sin nuestro señorío sin nuestra incapacidad

un camisón puro y eterno
se nos escapa siempre de las manos
se nos vuela
y ahora sentimos el luto de las mujeres
ocultas para sufrir su dolor inexcusable

una lengua rosada
se introduce en un rosado orificio
y se conmueve una pálida noche sin horizontes


De Nombres (1956-1959)


Fin y principios

Estoy en los ruidos de la tristeza,
en las tablas de la perdición, 
en el aire de este tiempo maldito, infortunado;
llovizna criminal y sucia.

En aventuras, en la queja
del muerto y el terror de los vivos y el soplo
de los convalecientes. 

Estoy en el clamor encontrado, fuera
de la felicidad y el fascismo y el olvido sin escuchar
la clausura y la ausencia,
sin tolerar la conmiseración, o desconocer
la alegría o la bondad o el dolor del caído.

Sin sentir resignaciones, sufriendo con rabia
la esperanza, viviendo a mi manera.


Del otro lado

Cuando estuvimos desesperados, alguien
contó la historia.

No se la puede escuchar serenamente, tiemblan
las manos, el corazón se encoge de dolor;
da un poco de miedo mirar a la gente, detenerse.

Ocurre lo de siempre.

Estábamos perdidos y la historia era confusa. Nada 
tenía que ver con la certeza, ni
con el muslo de la bataclana. No
intervinieron traiciones; no es
una vulgar historia de fervores o de mantenidas.

Tu mano es necesaria para sobrellevarla. También
aquella vez (siempre aquella vez) apagaron
las luces y fue necesaria la presencia de tu mano.

Nos apretamos las manos en la sala impenetrable, 
    temblamos
ante la cólera que aún no se había manifestado
    que nunca
llegaría a marcarnos como sospechábamos, sino
de otra manera. Nuestras manos
procuraban ordenar el temblor, dominar el
    doloroso pánico;
y todo porque Humphrey Bogart había resucitado.

Estábamos perdidos en aquel
cine y él no era como el redentor; su cruz
no era un mandato, era
la inteligencia del hombre, era la resurrección
de la ciencia y de nuestros queridos finados.

Hace mucho que nos pasó esto; la mano
fría del cadáver impenitente
rozaba los sueños,
acariciaba nuestros tiernos rostros despavoridos.

Desde aquella vez no sabemos qué hacer con las 
    historias
con los muertos que no aceptan su desdichada 
    condición, no
sabemos qué hacer con el miedo; no sabemos
encontrar nuestras manos, nuestra
tristeza. El mundo inconsistente.

Hubo muchas anécdotas como ésta ¿Quién
no tiene cosas horribles que contar? ¿Quién no tiene
su historia? Pero nadie supo qué decir, nadie supo
qué hacer, cuando alguien contó la historia.

Seguramente al escucharla buscarás una mano; será
como antes, pero enseguida
intentará olvidar que estuvimos tristes o asustados.

Tampoco sabrás qué decir cuando se haga tarde;
    lo de siempre:
tendrás ganas de llorar, y nada más.

Nadie esperaba una historia como ésta, tan
    lamentable ¿Por qué
no llorar entonces? ¿Por qué no perderse en la
    espesura de la sala?

Se derramará sobre tu memoria,
como el alcohol que se vuelca entre los nervios y
    la madrugada;
la historia sobrevolará tu linda cabecita,
será un cuervo que sacudirá tus entrañas
    corrompidas,
que despeinará cariñosamente tu pelo


La pura verdad

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia 
    y dolor y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; 
    tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y 
    culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; 
    una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
    darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
    cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; 
    mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
    pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán 
    algún día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como 
    la Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
    y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la 
    inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví 
    deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne 
    perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra 
    desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de 
    una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
    sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.



De Del otro lado (1960-965)


Milonga del marginado paranoico

Parece mentira
que haya llegado a tener
la culpa de todo lo que ocurre
en el mundo; pero es así. Han tratado
de disuadirme psicólogos y sociólogos de mi tiempo,
me han dado razones de peso técnico largamente
formuladas y
parcialmente ciertas. Pero
yo sé que soy culpable de los dolores
que aquí siento y recorren el mundo; de las 
    soledades
que lo van vaciando: quisiera saltar
como Juan L. Ortiz, vociferar
como Oliverio Girondo, pero: primero, ellos me 
    ganaron
de mano; segundo, no me sale bien y aquí
empieza todo nuevamente: otro sufrimiento
igual a diapasones y recursos
que conozco perfectamente y que no vale la pena
repetir: primero, para no emularlos; segundo, 
    porque tendré que ir
reconociendo que no he sabido
hacerme entender. Y esto es agudo como un ataque
que nos traga la lengua; pido entonces disculpas

por la mala impresión, por las exageraciones.



De Poemas póstumos (1970-1972)


La verdad es la única realidad

Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe 
    bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la 
    explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos 
    hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de 
    policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen 
    necesariamente el presente, pero pertenecen a 
    la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo 
    inmenso cubriendo la Patagonia
porque las 
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, 
    como
la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la 
    convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver 
    después del peligro
como los designios de todo un pueblo que 
    marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a 
    defenderse, a rescatar lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la 
    realidad.


Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973.


Por soledades

Un hombre es perseguido, una
familia entera, una organización, un pueblo. La 
responsable de esta situación no es la codicia, 
    sino un
comerciante con sus precios, con la imposición 
de las reglas del juego. Los empresarios, la policía 
con la imposición de las reglas del juego. Por eso 
ese hombre, ese pueblo, esa familia, esa 
    organización, se
siente perseguida. Es más, comienzan
a perseguirse entre ellos, a delatarse,
a difamarse, y juntos, a su vez, se lanzan a perseguir
quimeras, a olvidarse de las legítimas,
de las costosas pero realizables aspiraciones;
marginan la penosa esperanza. Entonces
toda la familia, todo el pueblo, entra
en el nivel más alto de la persecución: la 
    paranoia, esa
refinada búsqueda de los
    perseguidos históricos y culturales.
    Y ésta
es la triste historia de los pueblos
derrotados, de las familias envilecidas
de las organizaciones inútiles, de los hombres
    solitarios, la
llama que se consume sin el viento, los aires
que soplan sin amor, los amores que se marchitan
sobre la memoria del amor o sus fatuas
    presunciones.


De Cuentos de batalla (1973-1976).




 (Fuente: Poemas de batalla, Buenos Aires, Planeta, 1999).






FRANCISCO URONDO (ARGENTINA, 1930-1976).







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